“La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.”

(ALDO PELLEGRINI)

jueves, 2 de agosto de 2018

Reminiscencia: Daniel Noya





             Reminiscencia


      Mientras leo el poema En el Delta del Nilo siento
               como un viento me atraviesa la carne.
      La mano del poeta acoge un ritmo que parece edificado como un trazo
               de abecedario.

      El poema es un vidrio a punto de romperse como en el verso
               de Eliot…

      Fuera las nubes van ocupando su espacio de tiniebla
      y la noche va         reclamando su fugaz reposo entre nuestra insólita bruma.

      Estoy en varios sitios a la vez,
               duplicado,
               atado a varios tonos,
                         nombrando una obsesión,
                         en la tranquilidad del descubrimiento.

      Me acoge el vacío, la extremidad de una luz no demasiado viva,
      el despertar de un diciembre repetido.

      Y me interrogo:
      ¿Cuál es el secreto de la calma?
¿Qué azar junta las palabras para el canto?

Siento a mi alrededor revolotear un apacible misticismo.

Pero el poeta que niega el suelo
-me digo-  cae como un Ícaro sin alas desde el cielo.

Ah, pero Pessoa era místico tan solo con el cuerpo.

Sí, mi voz está ya seca de buscar un lenguaje con el que hablar
cerca de los ríos y más allá del mundo.

Y mis manos tienen ya llagas de arañar sobre la tierra.

¿Es alucinación el pálpito de un misterio?

¿Lloverá sobre las cenizas y nacerá de nuevo una flor diminuta
      de plástico?

El poema es como un vidrio ya roto que otras manos
      buscarán recomponer.

 Como lanzar una silueta de sombra sobre un escenario        
      de niebla,
el dibujo confuso de una multitud.

De: Órdenes del corazón
Daniel Noya









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