“La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.”

(ALDO PELLEGRINI)

sábado, 30 de junio de 2018

Definición: Daniel Noya



           

                           DEFINICIÓN






      Todo poema es un juego de hipotenusas.

Algunos piensan que no tiene sexo,

calor del desorden,

adivinador de la tautología

con que se descifran los datos ya contados.

Se parece a un juego de cartas:

desperdiciando triunfos con la generosidad

de los perdedores,

uno tras otros poderosos mendigos

de la suerte.

Se llama signo no nombrado,

vuelo que adivina las cercas, minúsculo

eslabón de la condena

de tu nombre.









                                               De: Cierra el portón



                                                           Daniel Noya

viernes, 29 de junio de 2018

1640: Emily Dickinson






1640



Quitadme todo, pero dejadme el Éxtasis,
Y más rica seré que todos mis Paisanos-
Me pone enferma vivir en la abundancia
Cuando a mi misma puerta están aquellos que poseen aún más,
En abyecta pobreza-



Emily Dickinson

jueves, 28 de junio de 2018

brillo intenso: Daniel Noya


                           



(4)

(brillo intenso)



Caronte, viejo gruñón,
me esperas impaciente al final de mi último camino. 
Con tu solitaria barca cruzarás mi sombra dormida a través de la laguna Estigia
o del Aqueronte
y allá en el Hades depositarás como un fardo inútil mi cuerpo y los restos de mi olvido.
Tengo ya el óbolo preparado en la líquida boca de la muerte.
Debajo de mi lengua mortecina está el precio de mi último viaje.
En vano intento ya engañarte como intentó burlarte Orfeo:
es imposible detener el llanto, atar un hilo de esperanza a la espesura,
desviar a la serpiente de su veneno.
En tierra extraña contaré mi triste historia a otros muertos.
En tierra extranjera lloraré mis lejanas lágrimas y respiraré la enfermedad de los ausentes.
Viejo gruñón, dame la mano,
chirrían como alas de murciélago mis huesos y no tengo ya el corazón para más naufragios.

                    




               De: Luces de gálibo



                                                                                               Daniel Noya