“La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.”

(ALDO PELLEGRINI)

domingo, 27 de agosto de 2017

Eva o el silencio: Elena Annibali


























La aprehensión de la belleza –de lo que consideramos belleza– es débil. Es decir, no la aprehensión, sino la belleza en sí, que es fugaz, y es pura fuga. Lo que se escribe es sobre esa fuga, sobre ese estar siendo que deja de ser a cada momento. Por lo cual, creo que la escritura acompaña (quizá acompañe) ese movimiento de pérdida, de cosa yéndose. No estoy segura de haber podido, alguna vez, conseguir eso con mi poesía. En lo personal, es muy presente la visión de lo que se pierde, de la finitud, de la corrupción superponiéndose, como una pantalla que distorsiona. Hay, en todo, una espera tensionada, un reflejo, un movimiento activísimo trabajando sobre la cosa, que se vuelve pasividad, espera. Toda belleza está siendo intervenida ahora mismo.



Eva o el silencio

 

Torpe.
Torpe Eva de dientes podridos.
Buena perra de mala vida.
Madre:
en tu seco pezón no hay trigo.
No luz, sombra.
No pájaro, garra.
No ángel, cuero de ángel.
Amo, sin embargo,
la costilla de la que no participo,
costilla dura, vieja,
palo sobre palo,
silenciosa, no más.
Hueca.
Por tu costilla entra un aire de Dios.
Y el aire de Dios hace música.
Melaza honda de sexo,
carbón ardiendo
en la boca.
Cuando me enciendo,
me voy por ahí a gritar,
a decir algo.
A veces también gimo.
Soy yo, y estoy rota.
No digo,
gruño.
Soy una orilla. Y la otra.
La corzuela ciega.
Y el león.
La sed y el agua.
Me veo venir. Y me destrozo.
Me persigo.
El músculo que muere
alimenta al músculo que goza.
Soy yo.
A veces, lo soy en serio.
No como esta noche,
no ahora.
Buena perra de mala vida.
Puta perra de mala leche.
Poesía,
hato de hambres.
Silencio.

Elena Anníbali



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