
En la espera se encierra
un secreto.
Yo vivía en la más
lejana oscuridad.
Desconocía entonces el atributo
de lo que estremece.
Pero hablaba desde el
idioma más íntimo de mis poros.
Había leído que para
Anna Karenina todo a su alrededor
era fealdad
y que a Pavese le
encantaban las cerezas.
Había visto cómo
termina una historia de amor en Mali.
Por eso me parpadeaba en el corazón
una pálida pena.
Por eso
aprendía a gozar
del sabor de un
melocotón en la boca.
De: Sin señal
Daniel Noya
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