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“para saber si hay
una luz detrás de la puerta cerrada”
(Alejandra Pizarnik)
Nada entre las manos.
Las raíces se secan, el cuerpo desnuda
sus costuras y se hace carne sin deseo.
La luz se cubre de un manto de negras
tinieblas.
El corazón estalla y es un eco sordo de
migajas.
No hay ninguna ventana abierta
al olor del rocío penetrando por todos
los rincones de mis pupilas.
No hay unos labios que ofrezcan la
promesa de los cuerpos desnudos.
No hay ningún amor para las frías
noches de invierno.
Nada entre las manos.
Las raíces se quejan,
los huesos se oxidan,
la luz se aleja y sólo se trazan las
sombras de la noche enmudecida.
No hay edad para quedarse en la
contemplación de los días iluminados
por antorchas de polvo.
No hay ningún eco de canciones para
amar a los hombres como hermanos.
No hay una madre que se quede en vela
hasta que tú llegues
de la oscuridad de los bosques.
Nada entre las manos.
Los poemas se apagan y se hacen
cenizas.
La vida ahora duele,
la cicatriz es ya muy honda, la lengua
no emite sonidos de consuelo.
Nada cobija al alma en su jaula sin
estrellas.
Detrás de la cerrada puerta sólo se
escucha el graznido del silencio,
las máscaras de las penumbras
como única respuesta.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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