Imagen: Amable Arias |
“Muerte,
sé humana” (Georg Trakl)
Ha
oscurecido y es elemental refugiarse en el animal
que
ama la noche.
No
tiene armas, ni habla con la divinidad.
Y
no quiere
que
le devore la muerte.
Las
estrellas le ofrecen su ternura pero en su cabaña
vibra
hoy la soledad.
Conoció
el azul, estuvo en el país del sueño
donde
recogió unas flores que con el tiempo se ajaron
dentro
de sus páginas.
Le
abrasa ahora el silencio y no encuentra la frescura que entonces encontró en su
casa.
Ya
solo le interesa la eternidad, la voz que nutre,
la
oración que no sepa a lamento.
En
su gris inventario se eleva un desamparado fulgor
que
ya ni siquiera recuerda.
La
vida aún le aborda y él no responde.
Hubo
deleite donde ahora solo hay trazos,
ramas
verdes,
mudos
párpados,
la
noche que le reduce a polvo,
la
pena que le zumba en su callada boca.
Recoge
su fruto, su caudal de versos.
Ha
plantado un sauce en una humilde roca.
Ha
mitigado su voz y llora sin lágrimas sin esperanza.
Muerte,
sé azul.
No
te demores demasiado en este animal que puso su lira
al
desnudo
para
atrapar solo un poco de infancia.
De: Órdenes del corazón
Daniel Noya