OLEAJES
DE la equivocación, rasguños
de lo que fuera, los níñísimos
que detenían su pesar jugando.
Piedras que la cólera tiraba
con esa sopa sin sentido
de cáscaras de papa, muy cerca
de máscaras que impedían llorar.
¿Qué sufrían padre y madre ahí?
La rabia de la razón no cuida
los ojos que no ven,
el sudor de la memoria que moja.
El emperrado
corazón amora
Juan Gelman
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