Qué
poco sabe la vida.
Qué
lejos
de la
diana los sueños sin velos
de
juventud.
Qué
escaso tanto amor,
en
cuántas telas
de
araña caímos y en cuántas plazas vacías nos perdimos
al
anochecer.
Qué
poca luz
en la
piel, cuántos miedos dormidos
sin
alma,
cuántas
respiraciones apagadas sin dulzura,
cuánta
nieve derramada sin esperanza,
cuántos
viajes sólo de ida
y
cuántas ausencias en vano.
Cuántas
heridas
en los
andenes oxidados sin mediodía,
cuántas
palabras encendidas
que
latieron y ahora yacen muertas como Ofelia
en el lago.
Cuántas
noches
sin
noche,
cuántos
días sin día.
Qué
poco sabe la vida.
Qué
fugaz
la
oscuridad que se escurrió tan de golpe
de
nuestras manos.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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