Desde
lo más alto del cielo,
desde
el fondo más oscuro de la tierra fría
me
llegará
como
una señal
la
mordedura.
Derramaré
lágrimas y más lágrimas amargas
por lo
que haya vivido.
No,
no buscaré
consuelo en el paraíso de la memoria
feliz.
Se acabaron
las melodías que me hablan de mi infancia.
En mí
vivirá
la
tristeza, la oscuridad del topo.
Despertaré
en el reflejo de mi sombra,
en el
último suspiro de una hoja.
Mis
pasos solitarios recorrerán
descalzos
la
última bahía.
No hay
final feliz.
No hay
final feliz.
No
habrá más amaneceres luminosos
ni más
lluvia cuerpo a cuerpo.
De: Cien
fuegos
Daniel Noya
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