Devuélveme la voz,
la risa de entonces,
los labios agrietados con los que besaba
tus poros más íntimos,
tus arroyos de agua más sinceros.
Devuélveme
al tiempo de la sed,
al tiempo de las cartas guardadas en un cajón,
de las canciones que nos hacían cerrar los párpados.
Devuélveme un instante
a aquel tiempo de noches
sin silencios,
cuando la crecida del mar
nos sorprendía
desnudos de sal
mirando sólo al horizonte de nuestros ojos.
De: Cien
fuegos
Daniel Noya
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