Alguien
dijo
que
existía un espacio en el que las palabras curaban
las
heridas del corazón,
que
hubo un tiempo
en el
que los estremecimientos no eran
laderas
de silencios.
Alguien
dijo que en ese espacio la muerte no era lenta,
que en
ese tiempo el amor no era agónico
y que
las estrellas
atravesaban
la noche como luciérnagas sin sombras.
Alguien
dijo que en ese espacio eran iguales los desiertos,
que
hubo un lejano tiempo
en el
que no eran inhóspitas las nostalgias.
Alguien
dijo que existió un espacio
en el
que todos teníamos el mismo rostro cuando lo acercábamos al espejo
y que sentíamos
el mismo frío.
Alguien
dijo que había un espacio donde se sentían los mismos asombros
y se
vivían
las
mismas catástrofes.
Alguien
habló del tiempo de la luz, de la escarcha,
de los
bosques,
de los
instantes muertos.
Alguien
dijo
que era
un espacio donde todos los instantes sombríos eran
nubes
pasajeras
y que
hubo un tiempo en el que el verano era alegre
y
soplaba un viento agreste en todos los poemas.
Alguien
dijo que era un espacio sólo accesible al alma
y que
hubo un lejano tiempo
en el
que un cielo virgen
era
todo el horizonte de los ojos.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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