No, no estoy muerto, ni siquiera solo.
Con mi compañera mendiga
disfruto de la inmensidad de las
llanuras,
de la niebla, del hambre y de las
tormentas de la nieve.
En la espléndida pobreza, en la
suntuosa miseria
vivo tranquilo y sosegado,
estos días y sus noches han sido
bendecidos
y este trabajo del dulce hablar es
inocente.
Desgraciado aquél que de su sombra
se asusta como del ladrido de los
perros y que el viento siega.
Y pobre de aquél que sólo a medias vivo
limosna pide a su sombra.
De: Cuadernos de Voronezh
Osip Mandelstam
Traducción de
Tomás Salvador González
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