Y QUÉ
Tomo tu amor
y qué
te doy mi amor
y qué
tendremos tardes noches
embriagueces
veranos
todo el placer
toda la dicha
toda la ternura.
Y qué.
Siempre estará faltando
la honda mentira
el siempre.
De: Poesía completa
Idea Vilariño
“que viven de un segundo de amor entre el reloj de nieve y el mar sin rostro... (Jacinto Santos)
“La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.”
(ALDO PELLEGRINI)
Y QUÉ
Tomo tu amor
y qué
te doy mi amor
y qué
tendremos tardes noches
embriagueces
veranos
todo el placer
toda la dicha
toda la ternura.
Y qué.
Siempre estará faltando
la honda mentira
el siempre.
De: Poesía completa
Idea Vilariño
KAFKA
Cuando amanece y ya no hay nadie
y está sólo el cruel despertar
y los ojos se abren una vez más
para contemplar el fin del poema,
la tumba
en que nada hay escrito
sino un secreto
entre el hombre y el hombre
y el cuerpo
como un tambor en las sombras
como la flor de la ruina
donde los cuerpos hablan
y el agrimensor mide la ruina.
De: Esquizofrénicas o La
balada de la lámpara azul
Leopoldo María Panero
Nadie sería
capitán de su propia
vida si soltara
las amarras
de la amistad.
A la deriva
como un apátrida
navegaría
sin luz y
sin timón, sin poder
discernir nunca
entre horizonte
cierto
y espejismo.
Si levara
aquel ancla,
nadie estaría seguro
de tener una tierra,
de ser de algún país.
Si llegar más lejos
es llegar más cerca
a donde iría a parar.
De: La viña de oro
María Antonia Ortega
IV
El mar está hecho de botellas que
arrojamos
al
mar.
Tu pelo se revuelve en un aire lejano.
Alguien quiebra botellas en mi noche
vacía.
De: Bestias en un hotel de
paso
Jorge Boccanera
Todo amor es efímero
Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te
amaba:
mi
vida
entera.
De: Prosemas o menos
Ángel González
4
escrito para un regreso
vives cada día porque confundes las
calles
porque te vas
me besas en noviembre porque te vas en
mayo
y en diciembre
y así el invierno era una huida
en la primavera
lo sabía y tiraba como tú la ropa
por el suelo
me desnudabas como si pelaras
una naranja con las manos
De: La entrada en la
cabeza
Tomás Salvador González
CARTA PARA SER ENTREGADA A MÍ
MISMA
SI ALGUNA VEZ ME VOY A OTRO
LUGAR,
PARA SIEMPRE
Y ya
verás, Laura,
cómo
te recuerdas del mar
aunque
una vez hayas dicho
que
el mar no es ya una sorpresa
porque
hace años que se anuncia.
Querrás
lanzar señales
pero
ya nada existirá
ni
tan siquiera un poco de humo;
te
tentará un hombre amargo
desconocido
ajeno.
Te
tentará un hombre
que
quizás te recuerde a éste
que
ahora siempre tiene prisa.
Guarda,
si tienes tiempo,
todos
tus días viejos,
para
después si te encuentro
poder
reconocerte.
Quédate
despierta,
deja
todo tu cuerpo en un poema
aunque
nadie pueda leerlo,
pero
quédate despierta
y ya
verás, Laura,
cómo
te acuerdas del mar
aunque
una vez hayas dicho
que
el mar no es ya una sorpresa
porque
hace años que se anuncia.
De: Lo que fue de la ciudad de mis sueños
Laura
Ruiz Montes
Alguien
dijo
que
existía un espacio en el que las palabras curaban
las
heridas del corazón,
que
hubo un tiempo
en el
que los estremecimientos no eran
laderas
de silencios.
Alguien
dijo que en ese espacio la muerte no era lenta,
que en
ese tiempo el amor no era agónico
y que
las estrellas
atravesaban
la noche como luciérnagas sin sombras.
Alguien
dijo que en ese espacio eran iguales los desiertos,
que
hubo un lejano tiempo
en el
que no eran inhóspitas las nostalgias.
Alguien
dijo que existió un espacio
en el
que todos teníamos el mismo rostro cuando lo acercábamos al espejo
y que sentíamos
el mismo frío.
Alguien
dijo que había un espacio donde se sentían los mismos asombros
y se
vivían
las
mismas catástrofes.
Alguien
habló del tiempo de la luz, de la escarcha,
de los
bosques,
de los
instantes muertos.
Alguien
dijo
que era
un espacio donde todos los instantes sombríos eran
nubes
pasajeras
y que
hubo un tiempo en el que el verano era alegre
y
soplaba un viento agreste en todos los poemas.
Alguien
dijo que era un espacio sólo accesible al alma
y que
hubo un lejano tiempo
en el
que un cielo virgen
era
todo el horizonte de los ojos.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
LLEGA UN RAYO DE SOL
A LA FOTOGRAFÍA
Tantas razones, tantos argumentos
y, mientras, nuestro amor se iba
escapando.
Ninguna lógica puede salvar
el abismo que se abre entre decir
te
quiero y no decirlo.
Miro sonriendo la fotografía.
Amamos mucho tiempo.
Y cuánto tarda el sol
en desaparecer de los retratos.
De: No estaba lejos, no
era difícil
Joan Margarit
PEQUEÑOS ACORDES
No me digas que no he llegado a un puerto inseguro.
Ahora
soy mortal.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
PEQUEÑOS ACORDES
Verano,
orillas brillantes y la cálida lentitud con la que te desnudas
de las metáforas.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
PEQUEÑOS
ACORDES
(I)
Melodía del verano: las invisibles
quejas amorosamente monótonas
de las cigarras
fluyendo a través de la espuma de tu mirada...
De: Cien fuegos
Daniel Noya
Maletas
Recurriré al exceso
para acabar con tanta lucidez.
Es algo premeditado,
renunciaré incluso a la lectura, al
arte.
No quiero darme cuenta de nada.
No quiero ejercitar mi conciencia.
No quiero percatarme
de lo que no debería saber.
Quiero ahorrarme el daño.
Quiero ahorrarme el daño.
En el colegio aprendí
que la diferencia se premia
con el sufrimiento.
Estoy decidida a desaprender
y a brutalizarme.
De: Cuaderno de Asia
Ana Vidal Egea
Qué
poco sabe la vida.
Qué
lejos
de la
diana los sueños sin velos
de
juventud.
Qué
escaso tanto amor,
en
cuántas telas
de
araña caímos y en cuántas plazas vacías nos perdimos
al
anochecer.
Qué
poca luz
en la
piel, cuántos miedos dormidos
sin
alma,
cuántas
respiraciones apagadas sin dulzura,
cuánta
nieve derramada sin esperanza,
cuántos
viajes sólo de ida
y
cuántas ausencias en vano.
Cuántas
heridas
en los
andenes oxidados sin mediodía,
cuántas
palabras encendidas
que
latieron y ahora yacen muertas como Ofelia
en el lago.
Cuántas
noches
sin
noche,
cuántos
días sin día.
Qué
poco sabe la vida.
Qué
fugaz
la
oscuridad que se escurrió tan de golpe
de
nuestras manos.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
Desde
lo más alto del cielo,
desde
el fondo más oscuro de la tierra fría
me
llegará
como
una señal
la
mordedura.
Derramaré
lágrimas y más lágrimas amargas
por lo
que haya vivido.
No,
no buscaré
consuelo en el paraíso de la memoria
feliz.
Se acabaron
las melodías que me hablan de mi infancia.
En mí
vivirá
la
tristeza, la oscuridad del topo.
Despertaré
en el reflejo de mi sombra,
en el
último suspiro de una hoja.
Mis
pasos solitarios recorrerán
descalzos
la
última bahía.
No hay
final feliz.
No hay
final feliz.
No
habrá más amaneceres luminosos
ni más
lluvia cuerpo a cuerpo.
De: Cien
fuegos
Daniel Noya