LA PERRA
Atraídos por el olor de la sangre de
sus entrañas
los perros siguen a la perra en celo
como si fueran el séquito
de una reina negra. Y la olfatean en un
movimiento impúdico
que tal vez merece ser llamado amor.
La perra finge que la persecución la
incomoda
y seduce como las mujeres solicitadas.
Un olor penetrante de vida la acompaña
entre los dos soles que limitan el paso
del día.
En la noche, cuando la encierran en el
galpón,
los perros quedan del lado de afuera,
desolados y fieles.
Y sus gruñidos en la oscuridad nos
enseñan
que el amor es una pasión inútil, una
puerta cerrada.
Estación final.
Antología 1940-2011
Lêdo Ivo
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