JUNIO
Cálida tarde de verano,
las olas siguen intranquilas,
tocan la orilla y de nuevo se van.
¿Duerme la joven, o guiña un ojo
al transeúnte?
No lo sé, pero sobre el arroyo
dos libélulas entretejen sus alas
elásticas.
Ah, ¿por qué no me alentó aquella vez?
Entornando las largas pestañas
acaso pensó entonces:
pasa a mi lado, y dijo para sí: ¡si lo
hiciera!
y no me besó al final.
De: Apagad las luces
Jaroslav Seifert
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