Nos venden la felicidad cual
refresco. La felicidad es hidratante y dulce. La felicidad es burbujeante y
suave. La felicidad es una droga cursi que entra por las uñas y baja por la
garganta cual aspirina triturada (el bote
de las pastillas, trágatelo), cual grumo seco de cacao (el bote de los polvitos, trágatelo),
cual aguja, punzando fuertemente la inocencia. ¿Pero qué es la inocencia?
Alguna vez intenté responder a esa pregunta y entonces nada volvió a ser lo
mismo. Preguntarse por la inocencia perdida es la mayor barbarie que conozco.
Mírate, has crecido, y cerca de ti sólo veo cucarachas. Y cerca de ti los
insectos saben. Qué corazón tan ridículo. Cuánta pena dan tus bichitos en el
pecho. Mis bichitos cuando te pienso. Los bichitos en mi débito y mi pobreza.
Madurar es la pobreza. Cuando uno encuentra cero céntimos, cero algodones, cero
esmaltes, cero respiraciones, cero palpitaciones, cero cánceres. Cuando sabe
que el dinero es quien dicta nuestra digestión, ¿cómo se puede ser feliz?
Trabajar en lunas ficticias. Devorar comida barata. No quiero el dinero de papá
ni el de mamá. No quiero su dinero ni su casa.
Aquí: mi novela política.
Aquí: lamer el suelo.
Aquí: la independencia.
Aquí.
La tumba del marinero
La Bella Varsovia
LUNA MIGUEL
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