DESPERTAR
Abro
mis manos limpias a la lluvia
como
un charco.
Siempre
tapo mis oídos al odio.
Nunca
escribo sobre las tinieblas
que
sólo dejan un rastro de polvo.
Siempre
cierro los ojos
al
amor que encadena,
a
las prisiones asfixiantes de la rutina.
Y
aún conservo la luz
que
deja en la noche la hojarasca,
la
luz entre las sombras
de
una luciérnaga herida.
De:
No todos los días alcanzan la belleza
(en
preparación)
Daniel
Noya
No hay comentarios:
Publicar un comentario