Nuestros padres ángeles rebeldes
sufrieron ya en sus carnes el terrible
infortunio.
Ah, qué sima
asfixiante es este mundo.
La adversidad cabalgó a lomos de sus
frágiles huesos
y aprendieron
que cada estación es un breve aleteo.
Ya no hay semidioses
y un heraldo anuncia que la vida se nos
ha vuelto
diminuta.
De: Órdenes del corazón
Daniel Noya
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