Pavana para una infanta difunta
Lloro a
Alejandra Pizarnik
(17)
Aunque se
borren todos nuestros rastros igual que las
bujías en
el amanecer
y no
puedas recordar hacia atrás, como la Reina Blanca,
déjame en
el aire tu sonrisa.
Tal vez
seas ahora tan inmensa como todos mis muertos
y cubras
con tu piel noche tras noche la desbordada
noche del
adiós:
un ojo en
Achernar, el otro en Sirio,
las
orejas pegadas al muro ensordecedor de otros
planetas,
tu
inabarcable cuerpo sumergido en su hirviente
ablución,
en su
Jordán de estrellas.
Tal vez
sea imposible mi cabeza, ni un vacío mi voz,
algo
menos que harapos de un idioma irrisorio mis
palabras.
Pero
déjame en el aire la sonrisa:
la leve
vibración que ahogue un trozo de este cristal de
ausencia,
la
pequeña vigilia tatuada en llama viva en un rincón,
una
tierna señal que horade una por una las hojas de este
duro
calendario de nieve.
Déjame tu
sonrisa
a manera
de perpetua guardiana,
Berenice.
Olga Orozco
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