LA TIMIDEZ DE LOS ÁRBOLES
En el
silencio del bosque las hojas de los árboles crecen como rostros de abismo y
crecen las ramas como islas buscando siempre la luz.
La luz
es su alimento. La oscuridad su reposo.
En la
mudez sin grietas del bosque los árboles hablan silenciosamente.
Si
duermes en el bosque algún día llegarás a entender una mínima parte de sus
señales químicas.
También
comprenderás que los árboles no son egoístas. El viento, caprichosamente, los
mueve y son felices porque no compiten con otros árboles. Las ramas de alerces
de Japón, por ejemplo, crecen guardando una distancia con las otras ramas.
Un
forestal australiano lo llamó la timidez de los árboles.
La
timidez de los árboles permite que la luz penetre por las grietas y alimente a
las plantas.
A la sombra de los árboles los poetas anotan el júbilo de las palabras verdaderas.
Los árboles sólo temen a la voracidad del
fuego, a la violencia del rayo y a la codicia del hombre.
En el
silencio del bosque se aprende que la botánica es poesía y que todavía hay
muchas lecciones que la soberbia humana sigue ignorando.
De: Cien fuegos
Daniel
Noya
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