Todas las mujeres de su memoria
Tenía ocho años, dice ella,
cuando mi madre me ayudó a tejer,
me enseñó los puntos
y escogí los colores que me alegraban.
Como mi lengua, el quiché, como mi
nombre
esto es lo que soy.
Los lejanos estallidos de un avión en
vuelo rasante
silencian sus palabras, pacientes de
nuevo.
Los tronantes camiones por las calles
atormentadas
en el exterior de este cuarto único,
hacen que nuestros labios luchen contra
el tiempo, contra el eco
que nos llevará a casa.
Para ella, el hogar es su corte, tres
metros
que envuelven la barriga, los muslos,
las piernas
que le han llevado de allá para acá.
El hogar es su huipil,
pájaros y flores bordados
por la mano de esa memoria suya.
Caros blue jeans desgastados, cortados
por la rodilla.
El estilo safari, la moda de esta
temporada.
Abrigos de animales muertos. Conjuntos
de ropa deportiva.
¿Quiénes somos nosotras?
¿Cuándo olvidé cubrir mi cuerpo
con los colores que me nombran?
En esta tierra violada de linajes
y cantos,
en este aire de copal que conjura otros
tiempos,
cuando una mujer vestida con su vida
merecía todo honor,
estas historias: con ojos firmes,
la mujer reúne todas las mujeres de su
memoria
en ese lugar donde los dedos se tocan
a través de su regazo ametrallado.
El silencio desaparece como la tierra y
los dientes sanos.
La paciencia encarna en una mujer que
habla a otra,
que habla a otra, que habla…
DE: Esto sucede cuando el
corazón de una mujer se rompe
Margaret Randall
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