La película
Mi
infancia, una vieja película muda.
Oh,
tardes de invierno
en
las que Madre me llevaba de la mano
a
un cine oscuro
donde
ya había comenzado la película –
como
si hubiéramos caído por casualidad
en
el sueño de otra persona-
con
una mujer joven escribiendo una carta
y
deteniéndose para secarse los ojos
en
una habitación con vistas a algún puerto
y
con un pájaro tranquilamente sentado en su jaula,
nadie
estaba prestándole atención,
tampoco
el barco blanco en el horizonte,
quizá
acercándose, quizá alejándose.
Se
trataba de una ciudad ocupada, olvidé decir.
Caminamos
penosamente de vuelta a casa
fuertemente
abrigados contra el frío,
manteniendo
los ojos clavados en el suelo
a
lo largo de las traicioneras, casi a oscuras calles.
Garabateado en la
oscuridad
Charles Simic
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