EL ARTE DE PERDER
Miércoles 25
Ahora soy toda
Oídos,
la que escucha tu respiración
y la cuenta
como una verdad prolongada
durante más
de cuarenta años. Los años
sin cuenta no se habrían perdido.
Soy un territorio ocupado.
Y hoy fui a trabajar escuchando,
dentro de la cabeza, Oídos,
el fulgor del sol
dentro de tu habitación
inevitable.
Sola no soy una voz
sino una alarma.
Si no hay robo o hundimiento
suena a primera hora, o en las horas
pequeñas
de la madrugada
cuando empieza a oírse
el paso
de los primeros colectivos,
y nadie escucha, Oídos,
lo que no se puede escuchar.
Por ejemplo yo
no puedo escuchar
porque soy la escansión del vecindario
o un calderón que ha durado
más
de cuarenta años.
Más puedo durar hablando.
Y te hablo ahora, Oídos,
como si fuera mi madre al volver de
trabajar
y antes de sacarse el maquillaje en el
baño
mientras me saco el maquillaje en el
baño,
preguntando, Oídos,
por qué las mujeres debemos trabajar
por cosas buenas
y proporciones bellas
y no por la pura melodía.
Soy un diapasón que no da
la nota La
que enloqueció a Shumann
y sobre la que afina la orquesta.
Escucho tautologías, Oídos,
palíndromos y redundancias.
El arte de perder
Mirta Rosenberg
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