(10)
De nidos vacíos
se me siembran las manos,
de espinos los ojos.
Son fragmentos los temblores negros de
mi ausencia.
Mis pasos son huellas secas, paisajes
donde descansa mi última mirada.
Ya no rima mi trémula esperanza sino con el último latido.
Estoy solo, desnudo de párpados.
En el desván de los sueños acuno
mis pupilas ya gastadas.
Y ya solo doy voz
a las avenidas solitarias
por donde se pasea mi lenguaje sin
amarre
y sin espinas.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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