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noche es entrada:
como una muchacha que se acerca a las
hogueras
la salamandra vino a la luz por las
paredes,
pero en la cal,
en la pared dos manos
cuando se apaguen las linternas
y descubra el viajero
la trampa en la estación de paso,
y sea tarde y no haya ya escondrijo:
la salamandra detrás de la madera;
busca pizarras, cree que es de piedra
la pared,
su mirada asimétrica, son desconocidos,
se acuerda, las ortigas serían
salvación
y no la mala sombra de estos marcos,
siquiera la fijeza,
una salida.
es rudimento,
la noche es rudimento de nómadas
que ofrecen aguardiente,
la luz es de sirenas,
una turbina llamando despierta
cañerías,
la luz es del trabajo, de los grifos,
la tierra oscura de nadie,
pues es un vuelo raso,
o talud de ojos más humanos, la
lechuza.
los amigos hablan del azar,
del rey del juego, en la cerrada
manta mamíferos y aves,
se habla de los dos,
maestro y perdedores en los pasillos
del hotel,
una mirada es rudimento:
Edward g. robinson parece la lechuza.
Y el carpintero, el jugador de fiesta
en fiesta de los pueblos: el local lo
barren
antes de comer, después lo riegan varias
veces
el cemento, el traje de domingo, las
mangas
en el baile fugaz de las cosechas;
noche es una voz desde la barra,
o una cabeza asomada a los pilones:
lavarse es ya volver.
después dinero y lujos, pero derrota
es sin duda la más vieja de mujer,
si no, mirad los barrios bajos,
siempre los mece un alboroto
que viene desde el río:
tres
callados, absortos en las ranas.
Ven acá,
venid acá, venid,
de un coche atravesando bajan tres,
unos sollozos:
tres,
los últimos nómadas cigüeños.
Ven
acá remediaora
y
remédiame mis males
que se rompe el corazón, que
no son argos los de a pie,
tres
que dormirán solos esta noche,
troncho de repollo, muy desnudos.
en la cuidad alta
los guardas vigilantes, los hierros
van en coche; por el centro,
mercancías,
dan vueltas
y más vueltas, gatos
de caza
dejan atrás gatos en celo,
laberinto de los comerciantes, rejas
en las joyerías,
noche es acecho,
dicen que conocen por la forma de andar
a los rateros.
la luz ya no son bultos,
arboledas.
La entrada en la
cabeza
Tomás Salvador González