Sálvense los arbustos, la luz de la tarde
y
la hierba que servía de lecho.
Los
amantes ya sólo recuerdan los días lluviosos.
Sálvese
la despoblada
memoria,
el paisaje callado cerrando la ausencia de los ojos.
El
paso de los años atrapa los corazones
y
hay un vértigo
en
cada latido.
Sálvese
la bruma.
Los
amantes ya no tienen palabras
y
sus caricias
son
ya hojas de sombra.
Nada
es ya luz en la ausente medianoche.
Sálvense
los
reflejos de la soledad en mis labios
que
de tantas palabras de amor han quedado definitivamente mudos.
De: No todos los días alcanzan la belleza
Daniel Noya
De: No todos los días alcanzan la belleza
Daniel Noya
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