Imagen: Richard Tuschman |
Salvadme de esta lúgubre
niebla,
de este silencio sin piel.
No quiero este dolor sombrío,
sin médula,
sin aroma,
hiriendo mi garganta con su
estéril ternura.
Estoy prisionero de las
ruinas de un amor.
Inmóvil
como un árbol inexistente.
Una borrasca polvorienta
atraviesa todos mis alfabetos.
Una lástima desolada me cubre
los huesos.
Me supuran de lejanía los
labios,
me devoran todos los
aguaceros
de las lágrimas
y sollozo poemas en los que
me encierro como en una jaula.
La espesura de la lluvia
no es ya mi salvación.
De: No todos los días alcanzan la belleza
Daniel Noya
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