REGLA DE EXCEPCIÓN
No digo la verdad.
Ni
ante los dioses pétreos de Micenas,
ni
bajo el sacrosanto palio rojo
de
aquel volcán
de
las Galápagos, ni entre las dunas
incandescentes
de Doñana,
ni
aquí frente al mar Latino
digo
la verdad.
Nadie
que escriba reencontrándose dice
la
verdad, y además para qué
iba
a querer decirla
si
la edad finalmente ha invalidado
esos
hirsutos tramos infidentes
de
la historia.
¿A qué anhelar entonces,
como
algunos adictos a los despilfarros
mostrencos
de la realidad,
tantos
infectos lauros otoñales,
tantos
deleites para majaderos?
Esa
afición recompensada,
¿conduce
a algo distinto a la mediocridad?
Vida
y literatura, ¿en qué coinciden?
Sólo
lo excepcional es duradero.
Manual de
infractores
J.M. Caballero Bonald