LA VERDAD
un animal ha de
dedicarse a otras tareas como mantener a sus enemigos lejos del botín…
(“La sociedad del cansancio” Byung-Chul
Han)
Llaman
a la puerta.
La
lectura, una vez más, se desprende de mi soledad.
Son
dos cándidas mujeres, sobre todo la más joven.
Sólo
querían dejarme un folleto titulado:
¿Le gustaría saber
la verdad?
La
palabra verdad destacada en negrita como la huella que deja un enorme charco
y
con la tipografía más grande.
Quieren,
además, si no es molestia, leerme un pasaje de la Biblia.
Se
encarga de su lectura, un poco atropellada, la más joven.
Se
nota que está aprendiendo el oficio.
Tengo
el libro que estaba leyendo
como
un fruto recién cogido entre las manos
y
también, me animo, quiero leerles algo:
“El don de la escucha” se basa en una
profunda atención
pero el ego hiperactivo
ya no tiene acceso a
ella”
¿Os
gusta?
Me
miran como a un bicho raro.
Es
de un filósofo surcoreano,
aclaro.
Ah,
se ríen.
¿Su
nombre?
Byung-Chul
Han, respondo.
Sonríen.
Sobre
todo, la más joven.
No,
no el suyo.
Perdón.
Daniel-les digo-.
Ah,
exclaman,
un
nombre bíblico.
Sí,
de
profeta, contesto,
el
de la casta Susana y el foso de los leones,
el
que adivinó el sueño de Nabucodonosor.
Gracias,
muchas gracias, dice la mujer más joven.
Parece
una gaviota embarrada en un mundo gris.
De
verdad,
les
digo al despedirnos,
no
estoy seguro,
nada
seguro, de verdad,
no
sé si me gustaría saber la verdad.
Gracias,
muchas gracias, dice la mujer más joven al despedirse.
Y
en su mirada floreciendo en el silencio de una tierra desvalida
descubro
tal
vez
que
no, definitivamente, no hay en esta vida ninguna salvación.
Daniel Noya
No hay comentarios:
Publicar un comentario