Dormidos están los
animales
y el fuego.
Dormidos porque nos
dejó tu amor
en un mar que sueña
y es carne antigua.
Dormidas están las estaciones
y, en la frente del
mar,
solas quedaron
las perezosas aves
marinas.
Dormidos están los creadores de
estatuas.
Dormidos porque la
tierra fue una vez joven,
una vez barro sin
forma para el deseo.
Hombres al fin por tu cuerpo,
sin ti no somos
más que cucharones
oxidados.
Un soplo humano habrá para que vuelvas,
nidos de luz o sangre,
explosión de sangre
húmeda.
De: Cierra el portón
Daniel Noya
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