Los
ojos de los poetas tienen lágrimas
que
lloran
en
las noches de insomnio,
cicatrices
en las alas vacías
de
las carencias.
Cuando
amanece escriben sobre los amaneceres
y
cuando se enamoran sobre el amor
y
las noches.
A
veces no saben por qué escriben
y
a veces es el dolor, a veces
las
palabras que se escapan de la boca
y
la vida que les hace un guiño cómplice
para
que sea cantada.
Los
ojos de los poetas tienen
brotes
de acacias, penas de mayo que duelen
y
apuntes de imaginación sobre las aceras.
Viven
en la estación del que ama
y
en la noche del gorrión sin tiempo.
Son
ciegos los poetas
y
videntes,
relámpagos,
islas de luz que se reflejan
en
las nubes.
Son
sombras
los
ojos de los poetas
y
tienen lágrimas azules y danzas
de
hojas equivocadas
que
se marchitan en otoño.
Porque
tienen piel escriben con la piel
y
arden sus ramajes
dejando
una huella de polvo sobre la tierra.
Los
ojos de los poetas
tienen
la magia del poema incomprendido
que
es la canción de los consuelos,
el
grito baldío
de
lo que se pierde
y
es ya pájaro,
silencio
que responde
y
pregunta,
cicatrices
de letras buscando la respuesta
de
la sangre,
la
poesía de un mundo
de
cenizas.
De: La doble rendija
(en preparación)
Daniel Noya
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