AMARRADA
No es el frío,
ni la lluvia,
ni la lluvia,
ni el invierno colándose por la ventana,
ni las calles desiertas,
ni el viento barriendo lo que queda de mí
una madrugada cualquiera.
No es esta ciudad descolocada,
ni un grito a destiempo,
no es que la soledad me fuerce a extrañarte
y no sepa qué hacer con estas manos vacías,
con esta nube que amenaza mi puerta.
No es que tema estar perdiendo mi horizonte,
reducirme en otro cuerpo
incapaz de ser mi océano,
desconocerte por momentos
y reconocerme en ellos.
Es, simplemente,
el espejo,
el silencio,
la cama vacía.
La
pregunta
que
sólo
es
pregunta.
reducirme en otro cuerpo
incapaz de ser mi océano,
desconocerte por momentos
y reconocerme en ellos.
Es, simplemente,
el espejo,
el silencio,
la cama vacía.
La
pregunta
que
sólo
es
pregunta.
La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida
Elvira
Sastre
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