¿Cuál era mi carne, mi misma carne,
qué ovillo de sombría sombra fabricó hoy mi rostro
pegado a tu ausencia?
¿Y por qué se me
amontonan hoy todas las palabras
y, sin embargo, no
crece el entusiasmo, no crece nada el entusiasmo,
por qué deshojo como si fuera un
vulgar despojo los restos
para formar este
laberinto inútil como alguna prosa?
Deshojadora,
así es la poesía, la poesía es así,
descubre la perfección que encierra la imperfección,
llena lentamente, muy
lentamente de musgo enmohecido
a lo que no nace del
centro, del centro del mismo corazón.
De: Luces de gálibo
Daniel Noya
Imagen: Dorothea Tanning
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