LEJOS DE ÁFRICA
Caliento la mano para ver si se enciende alguna anónima chispa.
Fuera
llueve silenciosamente
y la lluvia es
hoy para mí un extraño y lejano jeroglífico.
Como la
educación en los países ricos es gratuita estoy en clase
con cuatro
alumnos marroquíes que no han podido ir de excursión a la nieve.
Pero,
natura non facit saltus, me digo, y como
los antiguos escribas
sólo quiero dibujar un sonido.
Observo despacio sus rostros: son dos chicos y dos chicas.
Las dos chicas llevan velo. No quiero importunarlas preguntando
el motivo.
Marouan es silencioso como la noche. Siente nostalgia de su
tierra
y el
silencio es su callada manera de defenderse frente a la adversidad.
Taliba llegó de las montañas del Rif
y a veces ayuda en la cocina del bar de un
pueblo pequeño.
Es capaz de
servirme un café si alguna vez voy de visita.
Taliba me suplica que por favor les lleve al aula de
ordenadores.
Les digo que sí
y sus ojos se encienden como inmensas llamas de felicidad.
A través de la red son felices en Rif melody.
Fátima escucha a
Ehab Tawfik y a Tamerhossni y le pido los auriculares
porque yo
también siento nostalgia de su tierra.
Se sorprende de que la música árabe me guste y
me observa con curiosidad.
Douma tiene un
esguince y me enseña el pie amoratado sonriendo porque no ha guardado reposo. Ya hace tiempo que llegó a este país
y escucha El
Canto del Loco.
Nos entendemos a
pesar del peso del silencio y me siento unido a ellos por extraños lazos
familiares.
Me pregunto de
dónde vienen y dónde viven.
Me pregunto qué extrañas coincidencias han
hecho que estemos aquí juntos escuchando música árabe y recuerdo que sólo
buscaba dibujar un sonido.
La lluvia sigue cayendo silenciosamente
pero ninguno le
prestamos atención
porque en este
momento todos somos extranjeros y estamos de viaje.
De Órdenes del corazón
Daniel Noya
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