Más allá de esto, poco me importa que se quiera llamar poema lo
que resulte. Por lo que a mí se refiere, la menor sospecha de ronroneo poético
basta para advertirme de que entro en la artimaña, y hace que me deslome para
salir de ella.
(…)
La
avispa es hasta tal punto estúpida –lo digo en buen sentido- que si se le corta
en dos, sigue viviendo, tarda dos días en comprender que está muerta. Sigue
agitándose. Se agita incluso más que antes.
Es
el colmo de la estupefacción preventiva. Colmo
también del desafío.
La rabia de la expresión
Francis Ponge
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