Imagen: Inés Rehberger |
Nunca te beso en el instante
del deseo.
Siempre buscándote
equivocadamente
en el pasado de los océanos,
en la ceguera del amor, en las lágrimas
fingidas
de la noche sin gozo.
Mi dulzura enlutada en ti no deja
huella.
Y me devoran
las quimeras.
Soy escarcha, fugaz llovizna
para la carnalidad
de tu corazón.
Nunca te beso en la profundidad de tu
secreto.
Siempre naufrago en el no latido,
entre la luz de tus pechos cálidos
y tus dedos de diosa.
y tus dedos de diosa.
Por eso siempre te escribo
a tientas,
tanteando la soledad de tu boca,
consciente de que tengo que olvidarte,
convertirte en un susurro,
en un simple nombre
que borre mi tristeza en los días
lluviosos.
De:
No todos los
días alcanzan la belleza
(en preparación)
Daniel Noya
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