(2)
No la dificultosa desnudez
de la cebolla,
ni
la desnudez imposible
de
la piedra,
tampoco
la oscura desnudez
de
la sombra.
No
la mano del dolor tendida hasta la altura
de
mi mano,
ni
la semilla de oxígeno sembrada en el círculo de fuego
del
aire,
tampoco
la cáscara vacía
de
la muerte.
No
el reúma de los pozos bajo el sonido íntimo
del
agua,
ni
el sabor a árbol y a tierra
de
la fruta,
sino
el abrazo humano
de
la estación.
De: Cuatro
raíces
Daniel Noya
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