(2)
Está el pájaro en su claridad
llamándome.
Pero
mis manos no son nidos y su canto es ternura.
Hoy
tiene el aire rutina de luz,
la
tarde respira claridad del cuerpo de la encina,
del
animal que huye
y
de la piel amarilla del sol.
Sordamente
solo,
ciego
como la luz,
sin
aire que entre a través de la hendidura
por
donde el aire fue libre.
De:
Cuatro raíces
Daniel Noya
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