El
aprendizaje por imitación fue expuesto sistemáticamente por primera vez en los
escritos de Aristóteles sobre mímesis. El objetivo de la imitación es la areté, que se puede traducir como
“excelencia en la acción”. La disciplina de la imitación es la paideia. Ni el objetivo ni la ejecución
son fáciles. El deseo de excelencia supone reconocimiento de la propia
insuficiencia: la finalidad no es alcanzar desordenadamente el objetivo. Es
imprescindible la claridad, al menos para Aristóteles: las acciones que se
enseñen por imitación, los mensajes que envíe el mentor, no pueden ser oscuros
ni contradictorios. Las reglas mandan.
Sin
embargo, otra escuela griega de pensamiento suponía que el aprendizaje por
imitación sólo podía tener lugar a través de un proceso más indirecto. El
Sócrates de Platón era cauteloso a la hora de dictar reglas; más bien formulaba
preguntas. En parte, la razón por la que Sócrates es indirecto tiene que ver
con la visión platónica de qué es realmente lo que significa comprender algo;
el saber tiene que tomar forma en el sujeto cognoscente mismo como algo que le
pertenece, que era la versión platónica del conocimiento artesanal. Pero
otra parte del estilo no directivo de Sócrates
deriva en un desafío a la sociedad (…)
El respeto
Richard Sennett
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