A Cristina
a Bruno
Cuando pienso,
me abstraigo
y ya no entiendo los humildes presentes.
Aquí me paro,
me acuerdo de mí
y por unos instantes no escribo.
Escribo contra el sentido y después tacho
y vienen las palabras a dispersar la canción
y el sentido a adueñarse de lo simple.
No, no hablo sólo por hablar
y sin embargo no sé por qué hablo.
Escribo,
miro a través de un cristal esmerilado
las rosas deformándose.
El silencio
revienta la almendra,
la verde funda se repliega
para secarse
y desprenderse del fruto.
El silencio es agitado.
O, por decirlo de una manera intransigente,
el silencio rompe a llorar,
si no, no es silencio.
Me bastarían estas pocas palabras.
La divisoria de las
aguas
Icaria
Tomás Salvador González
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