LA BONDAD DE LOS DESCONOCIDOS
(Gustavo Martín
Garzo)
No, no
creo que el escritor sea básicamente un insufrible ególatra. Está solo, se pasa
horas y horas encerrado en su cuarto persiguiendo quimeras que raras veces
alcanza. Recuerda a esas mujeres neurasténicas que pueblan la obra de Tennessee
Williams, con sus torpes ensueños, su temor al fracaso, pero también, a menudo,
con su maravilloso candor. Esas mujeres cansadas y un poco lunáticas, que
aunque han asistido una y otra vez al fracaso de sus sueños no pueden renunciar
a ellos. “Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”, dice la
inolvidable protagonista de Un tranvía llamado deseo. Sí, los
escritores, especialmente cuando no son jóvenes ni famosos, se parecen a esas
pobres mujeres. Permanecen desvelados por las noches soñando con locas
historias que logren conmover a las estrellas, y todo lo que consiguen es hacer
bailar a los osos. Pero ¿pueden vivir sin esos bailes? No, no pueden, por eso
solo les queda confiar en la bondad de esos desconocidos que son los lectores
que alguna vez llaman a su puerta.
(Fuente: El País, 13-06-2015)
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