“Espero curarme de
ti en unos días. Debo dejar de fumarte,
de beberte, de pensarte… “
(Jaime
Sabines)
(En brazos de la
esperanza
o contemplando a Marcel Duchamp)
Espero que la luna no se desplome sobre mis espaldas,
que mi corazón sea valiente y resista el norte
y resista la tempestad.
Espero que no me haga daño tu nombre,
que no me salgan llagas si calladamente deseo el recuerdo de tu
cuerpo.
Espero curarme de tus palabras,
espero que el progreso no acabe con la desnudez de la carne,
que no extermine a los animales ni el aire
con el que se alimenta
el vuelo de las gaviotas.
Espero que no me claven más luto de alfileres,
que me reserven un mirador para la ausencia
y un pequeño rincón para amarte trozo a trozo.
Ojalá que el progreso no acabe con el silencio,
que no se pierda la palabra
mediodía,
que la oscuridad no ciegue el candor de tu última mirada.
Espero seguir compadeciéndome de
nosotros, seguir respirando por la boca
de los ausentes, por la voz de los poetas que me enseñaron el verdadero
itinerario de la vida.
O, como diría Carlos Edmundo de Ory,
espero lisonjear al mundo desde los pies,
reconciliarme con el
mundo desde lo más profundo de la piel.
Ojalá que la tierra que piso me deje su
huella,
que la angostura siga siendo una cercana lejanía.
Espero no perder mis cuerdas vocales,
que la travesía de mis versos callados no me abandone
como se abandona un mal recuerdo, que la luz escriba mis canciones
iluminando nuevas voces.
Espero ceder siempre a las tentaciones, que me gustes como la
primera noche,
que mis ojos sean dos atmósferas,
que me esperes en la hierba como en una cama sin sábanas,
en la periferia menos arrugada de la ciudad donde es posible el
suspiro.
Espero seguir teniendo pensamientos como relámpagos de inaudita
claridad,
seguir teniendo mis miedos,
mis dudas, que el progreso no acabe con el abismo,
con las cenizas, con las conversaciones.
Espero no encontrarme de frente a ninguna serpiente con mortal
veneno,
que no me oigas en mi secreta muerte, en la vejez de mi tristeza,
en la esquiva provincia de
los inviernos.
Espero que como diría Dylan Thomas pueda seguir conociendo los
dardos del granizo,
los bordes de los pozos, los agujeros de las mentiras,
que pueda recordarte en los jardines de la dicha y en los encantos
de las imágenes,
en los márgenes sin demasiadas tachaduras ni dobleces.
Ojalá supiera componer una sonata,
arrancar un grito humano a un bosque
solitario,
sentir como la primera vez que vi el mar.
Ojalá pudiera pedir limosna a la eternidad.
Espero que como diría Tristan Tzara se me encienda cada día el
fuego de los versos
y que mi alma sea feliz en todos los rincones.
Daniel Noya De: Luces de gálibo
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