EL CAMISÓN (MAGRITTE)
Mi madre dejaba su camisón colgado de
la percha
cuando iba al mercado
o a intercambiar infortunios con sus
vecinas.
El camisón de mi madre tenía tetas
inagotables.
Eran la mejor fábrica de ese mundo
perdido,
considerando que había otras igualmente
silenciosas
donde se destilaban la sangre, las
resinas,
y la savia de los grandes ficus de la
plaza.
Mi madre, como los animales milagrosos,
comía
hierba, miel y tierra
y producía leche de diferentes sabores,
sin olvidar
los tóxicos.
Primero alimentaba a los muertos. Las
madres perdían
muchos niños en el fondo de esas casas
lúgubres.
Ellos les merodeaban siempre los senos
y yo imaginaba que bebían
mientras ellas se limpiaban a solas los
pezones en los patios.
Yo estoy vivo. Mira ahora mis huesos,
limpios y blancos
como lirios
porque tuve, entre vestidos viejos,
los mejores surtidores de la tierra,
dos tetas pródigas
dejadas cuidadosamente en un camisón de
lino.
De: Banderas detrás de la
niebla
José Watanabe
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