(57)
Desde
los márgenes
las
últimas trampas de la carne.
Los deseos
Los deseos
se
desvanecen,
son
fantasmas en la casa de tu noche a oscuras,
son páginas para escribir lentamente el vacío.
Ciega
es la luz que no escucha
mi
dolor.
Sorda
es la luz que no ve
mi pena.
mi pena.
Pero al
atardecer
el olor de la brisa
que me devuelve al mar,
que me devuelve al mar,
la
herida rejuvenecida
en la piel de la lluvia,
en la piel de la lluvia,
el
resplandor
de las palabras en mi garganta
de las palabras en mi garganta
y un
nuevo rayo de luz
en mi
sangre,
pero al atardecer
me acariciarán de nuevo
las huellas de las risas
en la orilla de los charcos,
en la orilla de los charcos,
pero al atardecer las flechas radiantes de la mirada
arrojadas a un mundo
donde
todavía hay sol,
donde
todavía hay rocío en las arterias del corazón,
donde
todavía palpitan extravíos de infancia,
me
salvarán de nuevo del naufragio
de las
cenizas.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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