LEDA Y EL CISNE
Un golpe repentino; un batir de alas;
Leda vacila; siente la caricia
de manos membranosas –negras alas-
en sus muslos. Un pico con sevicia
muerde su nuca. Un blanco pecho queda
junto al suyo. ¿Pueden los dedos flojos
rechazar el plumón glorioso? Leda
abre los muslos. ¿Pueden sus sonrojos
no sentir en la blanca acometida
los latidos del otro corazón?
Un estremecimiento en los ijares
engendra la muralla derruida,
el incendio espantoso de Ilión,
y Agamenón muerto en sus propios lares.
Presa en aquel momento,
¿sintió Leda en el estrujón violento,
a la par que pujanza, entendimiento?
W. B. Yeats
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