En
verano suena la melodía del corazón
roto.
Se
oye lejana la monótona respiración
de
los grillos.
Ya
sé que no me esperas.
Sé
que hay solitarias arenas donde se posan los pájaros
que
han perdido sus alas.
Algo
sucede más allá de los cristales
porque
enmudece la vida un instante.
La
punzante herida de tu ausencia sangra
y
no sé de ningún conjuro
que
me señale el camino hacia tu verdeante aparición.
Estoy
a la sombra,
bajando
escalones hacia lo nocturno
y
en mi atmósfera irrespirable
un
corazón,
mi
corazón,
sufre
la inquietud del que ha amado
y
escribe un último poema de verdadero amor.
De: Órdenes del corazón
Daniel Noya
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