Mi mamá me leía
que Platero
era pequeño,
era peludo
y era suave.
Mi mamá me
leía, yo tenía seis años.
Entre su gesto
y lo blando de Platero
había algo que
se contradecía.
Leyendo el
párrafo completo
supe finalmente
que Platero
era apenas un
burro que tenía
algo de lunas,
de platas
y de acero.
Y comprendí.
Mi mamá había
sido hierro.
Ahora de mí
suelen decirlo:
como una piedra
por dentro,
fuerte y seca.
Carina Sedevich
Incombustible
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