Cierro
los ojos a la gravedad
y
se me abren las manos secas.
Tiemblo
en el tiempo
y
recojo la memoria adúltera de la estación.
Eterna
era la luz
pero
mis labios besaron la oscuridad.
Ciego
late mi nervio único.
Aunque
propenso soy como la adormidera a las roturas,
trepanaría
mis huesos húmedos
hasta
la extenuación
si
no fuera
porque
se me han cerrado las manos.
En un abrir y cerrar de manos. Hay que ver todo lo que pasa.
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