XIV. DESLIZAS LA MANO POR ELLO PARA CALCULAR SUS DIMENSIONES
CREES PRIMERO QUE ES PIEDRA LUEGO TINTA O AGUAS RESIDUALES DONDE LA MANO SE
HUNDE LUEGO UN CUENCO DE CUALQUIER PARTE DEL QUE NO SACAS NINGUNA MANO
Hoy he ganado. Pero quién sabe si
ganaré mañana.
Eso es lo que se diría a sí mismo
bajando las escaleras.
Entonces ganó.
Buena cosa pues en el humo de la sala
se había sorprendido a sí mismo apostándose
la granja de su abuelo (que no era
suya)
y cuarenta mil dólares en metálico (que
sí lo eran).
Ah contárselo a ella enseguida se fue
corriendo por la acera
hasta la cabina más cercana, a 5 a. m.,
la lluvia le corría por el cuello.
Hola.
La voz de ella parecía asaltada. Dónde
estuviste anoche.
El miedo le cortaba el aliento.
Oh no
puede oír cómo ella coge otra flecha
del pequeño carcaj
y la furia asciende sin ambages en su
voz como árboles manteniendo
alto su corazón.
Solo me siento limpio dice él de pronto
cuando me despierto contigo.
La seducción de la fuerza viene de
abajo.
Con un dedo
el rey del infierno escribe las
iniciales de ella sobre el vidrio como cosas escaldadas.
Así en la penuria la leyenda
de un marido brilla, canta.
De: La belleza del marido
Un ensayo
narrativo en 29 tangos
Anne Carson