LA DERROTA DEL DESEO
Había un fuego, se extinguió.
Había una cuerda, se desgarró.
Cuando mi corazón se desató
de tu yugo,
la copa mágica del sufrimiento se hizo
añicos.
Vine para prenderme en ti,
pero vi que eras un tallo sin hojas.
Vi que eras la sonrisa de la muerte
sobre el rostro de mi esperanza.
¡Ay! Qué dulce sabe,
sobre tu nicho, amor que esclavizas,
un buen zapateado.
¡Ay! Qué dulce sabe
renunciar a ti, ¡oh!, al ardiente
beso mortal.
¡Ay! Qué dulce sabe
desatarse de ti y juntarse con otros,
cerrar la puerta del corazón al duelo,
que aquí está el cielo,
por Dios juro que aquí están
la nube y la cosecha.
Y tú, mejor no pienses
en mí y en mi dolor
profundo, porque nunca
de él descanso.
Eterno anochecer
Forugh Farrojzad
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